El enfoque intersectorial como condición para atender los derechos del niño de forma integral- Vital Didonet

En el lenguaje corriente, los niños y niñas son definidos, desde una observación externa, por una característica, un rasgo de personalidad, un comportamiento: “este niño es inteligente, aquél es vivaz, esta es una niña dulce y tierna, aquella es lenta en comprender, esta chica es agitada, este es nervioso…”. Son percepciones del observador, circunscritas a un momento o un período de la infancia, anclada a una situación momentánea o duradera, a una experiencia del adulto con los niños. Son formas exteriores y fragmentadas de hablar sobre ellos. Distintos observadores pueden tener percepciones y evaluaciones diferentes de un mismo niño, de un mismo comportamiento. Es claro que no alcanza con hacer una descripción del niño, sino de una de sus manifestaciones, de algo que lo hace distinto de otro, sin decir quién es él. Hay que aceptar que mi visión es “la mía”, y que otras personas tendrán las “suyas” y, quizás, nunca llegamos a la esencia del yo, sobre todo si apenas sumamos visiones parceladas.  

El disminuir el ser complejo a una de sus manifestaciones, a un momento de su infancia, a una circunstancia que le hizo reaccionar o expresarse de esta o de aquella manera es una actitud reduccionista. Si se cuestionara a quienes así hablan, sin duda, pocos mantendrían dichas afirmaciones como “definiciones” de la persona. 

Las visiones fragmentadas, sea de las ciencias (biología, psicología, antropología, sociología de la infancia, pedagogía, medicina, neurociencias, etc.), de las políticas sociales (salud, educación, servicio social, cultura etc.), o de las actividades profesionales de atención a sus derechos pueden ser responsables por la fragmentación del concepto mismo que un niño construye de sí mismo. ¿No es verdad que hay psicólogos que dicen que el sufrimiento más radical del hombre moderno es la pérdida del centro de su vida, de aquello que da significado a su existencia? Si uno se encuentra fragmentado interiormente, si ha perdido la conexión con su “yo interno”, fácilmente llega a la dispersión psíquica. Hay esfuerzos en algunas ciencias –la psicología es una de ellas– y en las artes (), para mencionar apenas dos campos, de conformar una percepción y expresión más amplia y de relacionarse con los niños y las niñas de manera íntegra. Camino hay… La intersectorialidad es una estrategia para ese deseado e imperioso objetivo.

Si bien juntar visiones, como piezas de un rompecabezas, es un paso necesario e importante, pues nos aproxima a la persona real en su entera apariencia, aún no es todo ni suficiente. Hay que construir un concepto unificado, que antecede a la división en “aspectos” o campos de estudio. Un niño es más, mucho más que aquello que se percibe desde un punto de vista, desde un ángulo de observación. Es una unidad personal única e indivisible a la cual solo se accede poco a poco, en un proceso de descubrimiento y revelación, de encuentro de un yo con un tú, de diálogo entre iguales. El diálogo no puede ser invasivo de su privacidad, con objetivo de entenderlo, sino abierto para escucharlo y presentarle interrogantes que lo inviten a, también él, descubrir el “tu” que habla con él. Este es un paso inicial ante la complejidad de un ser humano, eficaz como comienzo de una ruta. Sin embargo, hay que reconocer que un niño, una niña, en fin, una persona, sigue siendo un misterio insondable al cual se debe respeto, disponibilidad y presencia solidaria.

Los derechos son inseparables y complementarios entre sí. Dos ejemplos lo evidencian: (a) es fácil comprender que, al cuidar la educación de un niño, se está, al mismo tiempo, cuidando de su salud, alimentación adecuada, bienestar, del vínculo afectivo, de las amistades, de sus expresiones personales, del derecho y necesidad de jugar, ofreciéndole referencias para las interacciones con el otro; (b) la protección contra las violencias es una acción intrínseca a la salud, al bienestar, a la convivencia familiar y comunitaria, y tiene que ver con el respeto a su dignidad. Por esta razón, el análisis de la interdependencia y complementariedad de los derechos puede ser un punto de partida para acceder a la comprensión de la importancia y necesidad de articular las acciones que les den vigencia práctica.

En las políticas por la primera infancia se está progresando en la dirección de articular sectores y construir una política integrada para atención a los derechos del niño. El reto actual es ampliar la comunicación entre los sectores gubernamentales para que el diálogo se torne una práctica permanente para buscar puntos de convergencia y complementación.

Las dificultades para reconstruir la unidad del niño en la mente de las personas y de articular las políticas públicas desde un enfoque conjunto de los distintos sectores pueden ser resumidas en:

a) la tradición: “He aprendido así. Desde que llegué aquí, siempre hemos hecho de esa forma… y funciona”;

b) la inmovilidad de la administración pública: “es muy difícil cambiar una estructura secular”;

c) las leyes y normas técnicas determinan que los recursos financieros sean aplicados rigurosamente en el sector al cual se destina el presupuesto.  Solamente por medio de una autorización legislativa se puede transferir recursos de un sector a otro. De ahí se ve la importancia de crear una rúbrica en el presupuesto para proyectos intersectoriales bajo una gerencia también intersectorial;

d) el deseo de aparecer como creador y realizador de dicha obra o el orgullo de no admitir participación de personas “externas”, para no compartir el éxito del proyecto;

e) la bien limitada disponibilidad de informes sobre trabajos intersectoriales que les den a los planificadores y a los gestores una guía de cómo proceder y la seguridad de que no están entrando en una aventura;

f) el temor de no  lograr mejor resultado al intentar hacer cosas articuladas que cuando cada quien haga lo suyo;

g) el admitir que “sería bueno, pero no es fácil”. De personas que intentan marchar por ese camino se escucha: “Intersectorialidad, palabra difícil de pronunciar, aún más difícil de ejecutar”;

h) la impresión de que se pierde tiempo buscando diálogo e integración. La urgencia de salir al campo, poner el proyecto en marcha, hacer las cosas no espera la maduración de los acuerdos;

i) el pensamiento de que basta hacer una reunión inicial con los directivos de los distintos sectores para trazar las grandes líneas del trabajo y, después, seguir reuniendo apenas los técnicos. Los técnicos deben informar sus jefes sobre los pasos, requerimientos y propuestas y contar con sus orientaciones y su concordancia para seguir; 

j) la inexistencia de voluntad política y compromiso personal de los jefes en programas y proyectos intersectoriales. Sin esa voluntad, el entusiasmo de los técnicos se enfría y muere;

k) la ilusión de que reunir en un único documento los proyectos o acciones de cada sector es producir un proyecto intersectorial. 

Solamente una visión holística del niño es capaz de encontrarlo en su realidad óntica de persona. La intersectorialidad, que establece diálogo entre distintas áreas de atención a la primera infancia y se propone a construir una política integrada para atención integral, es una estrategia eficaz para esa construcción. Sin embargo, hay que reconocer que aún así un niño, una niña sigue siendo una persona en el sentido de un “yo” envuelto en profundo misterio que hay que respetar, proteger, promover e integrar en el grupo social. Las políticas intersectoriales se aproximan más al niño como persona, sujeto y ciudadano, si lo miran y lo atienden en su integridad e integralidad.  

VITAL DIDONET se ha dedicado desde el inicio de su carrera a la infancia y la adolescencia, por ello se ha configurado como un experto en educación infantil, en Políticas Públicas por la Primera Infancia como defensor y promotor de Derechos del Niño.

Es Licenciado en Filosofía y en Pedagogía y Magister en Educación en la Universidad de Brasilia. Coordinó la Educación Infantil en el Ministerio de Educación en Brasil. Organizó el Movimiento Nacional Niño y Constituyente, donde consiguió luego de una importante movilización, que la Asamblea Nacional Constituyente incluyera en la Constitución Federal los Derechos del niño y el adolescente y la determinación de su garantía con absoluta prioridad.

Fue consultor legislativo en la Cámara de Diputados en el Área de Educación, asesorando también en el ámbito social. Fue presidente de OMEP, sección Brasilia, OMEP Brasil y Vice-presidente de la OMEP para América Latina y Mundial (1980 a 2002). Es miembro fundador de la Red Nacional Primera Infancia, desde donde coordinó la elaboración del Plan Nacional por la Primera Infancia (con vigencia del año 2010 al 2022).

Asesor de la Secretaría Ejecutiva de la misma Red, en asuntos de legislación junto al Congreso Nacional y en el seguimiento de las acciones del gobierno federal en las políticas por la Primera Infancia.

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