La educación infantil ha de considerar a los niños como sujetos sociales con derechos, en lugar de receptores pasivos de productos y servicios, esta visión implica su reconocimiento, resignificación y participación para contribuir a su desarrollo integral/ multidimensional y a la construcción de identidad como persona, ser social y cultural. Solo en la medida en que los niños se desarrollen como sujetos sociales se podrán afirmar como sujetos de derechos, es un proceso que se da de manera continua y que se configura en las relaciones que éstos establecen con otras personas, con el medio y con la cultura.
Este proceso de relaciones e interrelaciones es determinante en el desarrollo de todo ser humano, ya que es precisamente en la infancia, cuando la persona está más dispuesta y motivada para aprender; es por ello que cuanto más rico en experiencias e interacciones sea el proceso de socialización y aprendizaje, mayor y mejor serán sus posibilidades de construir su identidad, lo que le dará las herramientas necesarias para afrontar de manera segura y con confianza la cotidianidad con sus retos, desafíos o dificultades.
Las identidades en la primera infancia se construyen en las experiencias de los niños como sujetos, se construyen en la relación con otros y le dan sentido a su propia historia de vida. Las identidades se construyen y generan auto-asignaciones de atributos que funcionan como simbolismos inmersos en la cultura y se legitimizan en la relación con otros pares.
Las experiencias, e inmersas en ellas las mediaciones e interacciones, juegan un papel determinante en el desarrollo de los niños, en la construcción de aprendizajes y por ende en la formación de subjetividades; por tanto, es necesario analizar las visiones de la modernidad que enfatizan en la razón y el lenguaje para darle paso a las emociones, los sentimientos, a la voz de los niños a fin de que puedan construir su propia historia de vida como sujetos de derechos y seres empáticos y poder establecer relaciones ético, morales y políticas con el mundo.
La formación de subjetividades en niños implica superar el sujeto racional agenciado por la modernidad: énfasis en el desarrollo de la razón (inteligencia, potencial cognitivo), posición que estandariza su desarrollo, establece ideales universales y no da cabida a la diversidad y a la pluralidad. “Esta perspectiva se constituye en un obstáculo para entender la complejidad de los procesos subjetivos, de sus mediaciones históricas y culturales, de sus particularidades, de sus diversos rostros de expresión humana y social”. (Alvarado, 2009).
Las experiencias que los niños viven en los diferentes contextos que se habitan y se desarrollan (hogar, escuela, comunidad), posibilitan la configuración de un yo, que inicialmente es egocéntrico en la forma de ver el mundo, pero en la medida que se expande en interacciones, encuentra sentidos sociales, que son el punto de referencia para la configuración de un nosotros; es en las interacciones en donde se establecen vínculos, renuncias, negociaciones, compromisos, inclusive pactos. Las interacciones de los niños con sus familias, personas significativas, maestros, medios de comunicación y con sus pares se constituyen en elementos y dispositivos sociales que les permiten ir dimensionando su realidad y dotando de sentido y significando a las relaciones que establece, al conocimiento de los objetos y a la apropiación cultural en diversos contextos.
En este sentido, la educación infantil está convocada a romper la cultura hegemónica frente a la forma de ver a todos los niños como sujetos que siguen los mismos patrones y procesos de desarrollo y aprendizaje; es urgente avanzar hacia el reconocimiento de cada niño como un ser único que posee características y ritmos propios en su desarrollo, gustos singulares, preferencias, capacidades y necesidades específicas determinadas por el contexto familiar, social y cultural o por las condiciones físicas en que viven, las cuales conforman un sinnúmero de particularidades, “No hay una naturaleza permanente y esencial de infancia. La identidad de la infancia se define de manera distinta en cada cultura, en cada espacio de tiempo, en cada clima político, en cada fase económica, en cada contexto social” (Hatch, 1995, citada por Grieshaber & Cannella, 2005, p. 198).
Inmerso en la identidad se encuentra la singularidad de los niños, la cual se identifica en las formas de autonombrarse y autodefinirse, se construye a partir de las vivencias, experiencias e interacciones, de ahí la importancia de permitirles a los niños observar el mundo, actuar desde ideas propias, que sientan a su manera las situaciones que vive cotidianamente, éstas van aportando a la construcción de su historia de vida. Es por ello, que la construcción de identidades en la primera infancia se relaciona con las maneras como los niños pueden o no participar tanto en los procesos que determinan su vida como en su propio desarrollo.
La pluralidad de los entornos y las interacciones son fundamentales para facilitar a los niños la estructuración de sentidos de vida y verse como un ser humano diverso, autónomo, participativo y lograr confianza en sí mismo. Desde la singularidad se entiende la diversidad como una condición intrínseca de los grupos humanos; cada niño tiene un modo especial de pensar, sentir y actuar. La variabilidad está ligada a diferencias en las capacidades, necesidades, intereses, ritmo de maduración, condiciones socioculturales, entre otros, abarcan un amplio espectro de situaciones que invitan al reconocimiento en cada uno del propio desarrollo, libre de etiquetas diagnósticas para promover desde la infancia actitudes proactivas de reconocimiento por el otro.
La gran variedad de entornos en los que viven y habitan los niños, las diferentes condiciones en las que desarrollan y las singularidades en su forma de ser y aprender, implica a la educación infantil, implementar currículos flexibles que posibiliten implementación de estrategias y experiencias pedagógicas intencionadas que partan y reconozcan la diversidad. Ello supone romper con modelos educativos tradicionales centrados en la adquisición de conocimientos y avanzar hacia modelos que consideren al niño como centro del proceso, poseedor de saberes y dotado de múltiples capacidades.
Lista de referencias
Alvarado, S.V. (2006). La formación de subjetividad e identidad ético-políticas en la primera infancia. Disponible en: https://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/articles-208637_archivo_pdf_Sara_Alvarado.pdf
Grieshaber S. & Cannella, G. (2005). Las identidades en la educación temprana. Diversidad y posibilidad. México: Fondo de Cultura Económica. Naciones Unidas y CEPAL. (2016). Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una oportunidad para América Latina y el Caribe. Disponible en http://www.sela.org/media/2262361/agenda-2030-y-los-objetivos-de-desarrollo-sostenible.pdf

Beatriz Elena Zapata Ospina. Licenciada en Educación Preescolar, Magister en Educación. 30 años de experiencia en Instituciones de Educación superior como coordinadora de procesos administrativos y académicos en el área de la educación inicial; experiencia en la dirección de programas profesionales de educación, la coordinación de prácticas y núcleos de formación pedagógica en la Licenciatura en Educación Infantil. Experiencia como docente en programa de formación a docentes de educación infantil, maestría en educación, diplomados de formación pedagógica para docentes. Investigadora, directora de trabajos de grado, asesora metodológica y conceptual de procesos investigativos y diseños curriculares en infancia, educación infantil y políticas públicas. Ponente en eventos regionales, nacionales e internacionales. Publicaciones de libros, capítulos y artículos afines con la primera infancia y la educación infantil. Consultora de organizaciones y universidades nacionales e internacionales en el tema de educación y políticas para la primera infancia.
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